Se sentó y tomó lo que llevaba con él, lo suficiente para sobrevivir, lo demás lo lograría conseguir del río que corría mar arriba, del rió que alimentaba con sus apáticas aguas las raíces del árbol que jamás dio fruto. Él sabia por principio que al río y al árbol entre otros existentes los manejaba una misma fuerza, invisible, imperceptible, sensata, audaz e inteligente… la fuerza del principio, el orden eterno; todo aquello que nunca intento contradecir… lo que sabía que le dio el principio de ente, el principio de vida, pero no por eso le debía su existencia a esa fuerza manejadora.
Sentado a la sombra del árbol que jamás dio fruto (más sin embargo dio sombra) coge lo que tiene a la mano y opta por comenzar el traslado, traslado de sentimientos y emociones, traslado de ideas y dolores, por supuesto acompañadas de su cuerpo… con la mano derecha recoge lo suficiente para sobrevivir (lo demás se proveerá en el camino); con la mano izquierda da unas palmadas al árbol que jamás dio fruto; el árbol que lo hizo reflexionar e hizo que se diera cuenta que era hora de marchar.
febrero 02, 2008
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1 comentario:
No dio fruto pero dio sombra, siempre se puede ofrecer algo no?
saludos.
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